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Mamen ha perdido la fe

Se llama Mamen y acude a un taller de empleo. La primera jornada del taller está orientada al autoconocimiento y al pensamiento positivo. Ella se muestra enfadada; dice que en las últimas horas sólo ha recibido “noes” y está cansada. Su expresión es dura y refleja un mix perfecto entre la tristeza y el enfado. Consciente o inconscientemente acapara los primeros minutos del taller y lo hace con la queja como aliada; el resto de compañer@s la observan y callan. Dice que lleva años buscando empleo y que en pocas ocasiones le han dado la oportunidad; se queja amargamente de la gente que le rodea y su falta de interés por echarle una mano.

Sus compañer@s escuchan y empatizan pero comienzan a cansarse; Mamen desprende de todo menos actitud positiva y aunque es consciente de ello se sigue abrazando  a la queja y se justifica constantemente. Ha repetido como veinte veces que su problema es la edad, que es mujer, que…

Van pasando la horas y con ellas Mamen toma conciencia; si sigue con esa actitud lo va a tener realmente difícil para conseguir su objetivo.

– “Hoy, ¿Te contratarías a ti misma?” Le pregunto.

– “No”, responde ella.

Contiene las ganas de autojustificarse y suelta una leve sonrisa de esas que denotan consciencia. Parece que se ha dado cuenta. Poco a poco va alejándose de la queja y se centra en el objetivo; ver desde varias perspectivas y seleccionar aquella que le sea más útil. Mamen relaja su expresión y con ella su actitud cambia; participa desde una actitud positiva y aporta su experiencia y aprendizaje.

Nada ha cambiado y todo ha cambiado

Ha pasado de ser el vivo retrato de un perfil más o menos apto con actitud negativa a un perfil  más apto gracias a su actitud positiva. Sus compañeros se lo dicen; reiteran que si ellos hubiesen sido empresario o profesionales de selección de personal no hubieran contado con ella.

Ahora sí. Su currículum no ha cambiado pero sus posibilidades de empleabilidad si, y mucho. Mamen se va antes de la tercera sesión del taller; tiene una cita. Intuyo con quien y le pregunto si quiere practicar una entrevista de trabajo.

El tipo de preguntas no son la prioridad; en este caso buscamos que esté tranquila, que confíe en sus posibilidades  y deje atrás las negativas recibidas.  Me dice que sí, practicamos y se va.  A la cuarta y última sesión llega tarde; ha tenido un imprevisto. Al entrar al aula sonríe y dice que tiene noticias. Parece ser que ha hecho una entrevista y la han seleccionado.  Está motivada y contagia al grupo. Se siente bien y manifiesta en voz alta algo así como “Parece ser que lo que más le ha gustado ha sido mi actitud”.